martes, 22 de noviembre de 2011

Una noche de sorpresas en un restaurante “clandestino”


Pocas cosas hay, en el corazón de un TRAGALDABAS, que sea más sincera y agradable que una cena que sorprenda a quien viene con nosotros.

Siempre hemos sido Tragaldabas, pero aunque la etimología del vocablo suena ciertamente grotesco, el fondo de nuestras sensibilidades goza y se exalta al obtener no solo un agradable resultado gastronómico, sino conseguir la sorpresa, la algarabía, la inquietante sensación de la excitación del no saber o del no entender.

Esto sucedió el pasado día 11 de Noviembre, día en que celebramos, con un poco de retraso, el cumpleaños de Mary.

Tras hablar con gente y casi sin venir a cuento, accedí a la web de “Urban Secrets”, que aunque suena lánguidamente a ropa interior femenina, presenta opciones un poco frescas y desenfadadas de conseguir esa sensación de la que hemos hablado antes.

Dos opciones en Barcelona de restaurantes “clandestinos”, escondidos en las trastiendas de una lavandería y de una tienda de suvenirs.
Un poco de coña, un poco de misterio, un poco de incertidumbre, cuatro gotas de morro y obtenemos un coctel casi perfecto para que el invitado/a muestre la mejor de sus sonrisas.

Yo seleccioné el restaurante “Chitón”, situado delante de la Pedrera, simplemente por comodidad y por estar relativamente cerca de casa.
Esa cara de nerviosismo y ese sudor fría a la espera de la reacción, fueron suficientes para conseguir el objetivo esperado.
No hablaré de la cena, simplemente diré que se trataba de un menú degustación, más que correcto.
Hablaré del entorno y preparación.

El “Xitón” se encuentra en los almacenes de una tienda de suvenirs (gitanas de cerámica, toreros, etc….) cerca de la Pedrera de Barcelona, con lo que no destaca ni extraña la tienda, ni ofrece dudas de su rendimiento económico.
Para acceder al restaurante se ha de coger un ascensor con paredes de cristal.
El local está dividido en 5 zonas, cada una con su correspondiente cocina y su chef responsable.
Unas distribuidas a modo de barra de bar, aunque con unos asientos más que aceptables rodeando la cocina y otras con mesas preparadas y dispuestas cerca del chef.
Esto permite ver y observar cómo se trabaja en las cocinas, como se preparan los platos y como se montan las viandas.

El chef es el encargado de sugerirte la degustación, modificar los platos y, evidentemente, prepararlos dando su toque personal. De este modo ninguna de las degustaciones que vimos, a parte de la nuestra, tenía la misma textura y presentación, siendo como eran con la base común.
La lista de vinos mucho más que aceptable y el precio total no supera mucho los 55-60 euros por persona, perfecto para una velada de este tipo.

Ya sé que no todos los cofrades están de acuerdo con esta tipología de “teatro” gastronómico, de todas formas os lo cuento porque creo que es divertido si se quiere sorprender.
Solo destacar que el trato es exquisito y la atención suprema, puedes pedir cualquier cosa que ellos te la consiguen.

Poco más que explicar, una velada diferente en una noche especial en la Barcelona de siempre, bajo la mirada de Gaudí y sus chimeneas, en los sótanos de una tienda de gitanas de porcelana.

Situación:
Calle Provenza, 300
Barcelona

Escrito por Kaseras


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