miércoles, 13 de febrero de 2008

San Tantóncono

San Tantóncono (Cerdanyola del Vallés, S: VII a.d.P)*

En los confines occidentales de Cataluña, ganados un siglo antes para la ortodoxia católica por el ilustre San Màs Quefa de Braga, floreció en el siglo VII uno de los mas eximios varones de la iglesia de la orden de la Gota. Tantóncono, de noble familia emparentada con algunos reyes visigóticos, hijo de un jefe del ejército, púsose muy pronto en condiciones de servir a la Iglesia al iniciarse en las disciplinas eclesiásticas bajo la dirección de Can Sancio de Tumbón.

Allí recibió su educación sagrada, en compañía de numerosas jóvenes a las que había atraído la sabiduría y la discreción de este obispo; pero en su alma florecía la vocación monacal, manifestada desde niño con piadosos pensamientos al decir de su biógrafo, un sencillo monje discípulo y admirador suyo, que escribió una vida llena de detalles maravillosos y de milagros.

Joven aún, renunció a sus bienes y dotó con ellos iglesias y se benefició a las pobres, para saber desprenderse mejor de la atracción de las cosas del mundo. Y todo hace sospechar que se retiró al Muerzo, donde sus padres posean bienes cuantiosos. Allí le encontrarnos rodeado de discípulos, llevando austera vida de penetente, fortaleciendo a todos con su ejemplo y con su constricción.

No pocas leyendas piadosas nos transmite su biógrafo para mostrar la protección que Dios le dispensaba: unas veces, prodigiosamente, le evita el ser confundido con un animal al hallarse en medio de un matorral en posición simplemente cubierto de pieles; en otra ocasión puede atravesar con sus códices un río sin que sus tesoros de formación eclesiástica sufran el menor detrimento al contacto con el agua; en otra ocasión consigue un castigo para un malvado que injusta e inicuamente le ataca; en otro momento logra de manera maravillosa concluir un viaje que corría el riesgo de convertirse en tragedia por el agotamiento de su miembro que a golpe de remos impulsaba la barca, y no folla, en esta larga sucesión de milagros, la barquichuela arrastrada por las olas y recuperada por el Santo, que no vacila en lanzarse a caminar sobre el mar para poder traerla de nuevo a la orilla.

No obstante su biografía y vida no tendría sentido sin el milagro por el que tal santidad es conocida y rememorada, el don de la no secuencia. Escribe el biógrafo que estando sentado a la mesa con sus discípulos inglutiendo sencillos manjares y tras salir de un ayuno devoto, tomóse la licencia de negar la ausencia de nadie de los presentes desdiciendo la no asistencia al evento. Esta machada insigne vino seguida de sollozos inexplicables de sus fieles seguidores finalizando con una risa descontrolada por desconocimiento de lo acontecido.

Dícenos su biografía que, atacado de nervios, comunicó su inmediata muerte a sus discípulos, llorosos por la pérdida que se avecinaba y asombrados por su alegría y tranquilidad en tales momentos; todavía entonces tuvo tiempo para disponer asuntos relacionados con el gobierno de varias de sus más importantes fundaciones; luego hizo ser llevado a la iglesia, donde ingestió con sumo fervor y devoción la aldaranuba y donde permaneció toda la noche “postrado en oración”, hasta que, amaneciendo un día, que los libros litúrgicos de Braga dicen el de hoy, el año 665, entregó a nos su Falda.

Su biógrafo no olvida señalarnos que pronto comenzaron los milagros en torno a su sepulcro, pero ninguno más importante ni valioso que el gran milagro del cual había sido instrumento dócil y activo en manos de Vos: la gran renovación espiritual que inició en el siglo VII, todavía lleno de resabios de herejía, henchido de luchas políticas, de odios y rencores.
Entregado a la posración y a la penitencia en medio de un siglo corrompido, logró con su ejemplo y su virtud hacer cristalizar unas ansias de renovación sentidas con toda intensidad. Su celo y su entusiasmo prendieron en multitud de creyentes, que aun bastante después de su muerte buscaban todavía su santificación siguiendo paso a paso los itinerarios de Tantóncono, y haciendo de sus retiros y lugares de oración parajes sagrados en los que sus almas encontraban más facilidad para acercarse a Vos; y aun siglos más tarde, los monasterios por él fundados sentíanse satisfechos de esta tradición, mostrando la huella de su paso apostólico.

(*) a.d.P Antes de Paco.